La foto

En el primer intento, el transeúnte nos cortó las cabezas, en el segundo consiguió un recuerdo: Madrid de fondo, gente a nuestro alrededor, tú camiseta gris, yo pantalones cortos, y una sonrisa a la que siguió un beso, aunque eso ya no se puede ver en la foto.
Te va a parecer extraño, pero aún llevo el retrato en la cartera. Acostumbro a mirarlo casi a diario, es la única forma de acercarme a ti que conozco.
Más bien de acercarme a nosotros, porque hasta este momento, nada había cambiado en la foto. Sin embargo, hace un instante la imagen ha comenzado a moverse, la gente ha recobrado el paso junto a nosotros. Tú y yo seguíamos parados. Después ha aparecido un taxi, igual a aquel otro en el que te vi guardar las maletas, pero esta vez se ha ido sólo.
Tú y yo hemos permanecido juntos hasta que se ha hecho de noche. Lamentablemente, no había alumbrado público en aquella calle de Madrid y sólo he podido ver algunos destellos de nuestra silueta cuando pasaban los coches. Al salir el sol me había quedado solo.
Pese a tu desaparición, yo seguía con mi estúpida sonrisa y los pantalones cortos. Pasaban los coches, los perros, personas, pasaban las horas y no había rastro de ti a mi alrededor. Por fin me ha parecido reconocerte al fondo, justo en la otra acera de la calle, en la parte superior derecha de la foto. Caminabas lentamente hacia el centro de la imagen cuando has parado a un transeúnte para que te hiciera un retrato. Entonces te he visto abrazarte a otro hombre, el fotógrafo ha disparado dos veces y en la segunda el destello del flash me ha cegado. Un segundo después, yo ya no estaba en la foto.

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