LA vuelta del aparcero

El padre de mi amigo Antonio vuelve al pueblo cada año por vacaciones, y lo primero que hace es darse un paseo para comprobar cómo han cambiado las cosas.
Siempre descubre una calle nueva, el edificio que han levantado sobre la antigua botica de Don Andrés o lo mucho que ha prosperado el comercio de Muñoz Fernández.
Antes de volver a casa hace un alto en la tasquita del 'Bicho' y se sienta al fondo con un chato de vino sobre la mesa. Espera allí hasta pasadas las doce, cuando se deja caer Don Aureliano Canales, al que encuentra más viejo, más sólo y con menos Don, pero igual de soberbio que en los años de la posguerra.
Aquel señorito terrateniente reunía a los mozos en la plaza del pueblo y elegía a sus aparceros golpeándoles con una vara en el hombro. Entonces soñaba con volver un día y hacerle tragar el bastón, pero hoy se contenta con sentarse en la mesa de al lado, mirarle a los ojos y decirle al 'Bicho' que le sirva al Aureliano una botella de manzanilla, que paga el señor.
Aureliano Canales quiere reconocer la cara del que le convida, pero no recuerda, y le da las gracias con la cabeza mientras el padre de mi amigo Antonio desaparece por la puerta. Sabe que el viejo anda tocado del hígado y tiene prohibido el alcohol, por eso sonríe al torcer la esquina y susurra entre dientes: Así reviente el cabrón.

This entry was posted on domingo, marzo 26, 2006. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.