El eco del cordón

Dijeron las enfermeras que sucede igual con los amputados, al principio notan la pierna o la mano como si aún estuviera ahí, y solo al tomar impulso para caminar o cuando extienden el brazo para coger la taza se dan cuenta de que son cojos o mancos. El recuerdo de la extremidad persiste unas semanas como un eco, y después desaparece para dejar hueco a la prótesis o al muñón, según el caso.
Lo cierto es que el niño era bonito, pero desde que lo trajeron a la habitación la madre no dejó de mirarlo con extrañeza. El marido le devolvió un reproche cuando ella insinuó que ese no era su bebé, pero tanto insistía que al final pidió consejo a las enfermeras.
Hubo reunión de batas blancas, y resolvieron que lo mejor era reunir a todas las mujeres con sus recién nacidos y probar el eco del cordón. Según dijeron, el bebé tarda en acostumbrarse a la vida independiente como un manco a su disminución, de modo que durante unos días persiste algo parecido a un cordón umbilical imaginario.
Una por una, las enfermeras fueron apretando el ombligo de las parturientas, a lo que su bebé correspondía con un mal gesto o un llanto. Cuando le tocó el turno a la madre incierta, el ATS apretó el botón y una preciosa niña negra rompió a llorar tres madres más adelante. La mujer que la sostenía en brazos, blanca como el azúcar, miró fijamente a la señora negra con el bebé nacarado, se apretó el ombligo y el niño respondió con un gemido instantáneo. Al intercambiar los bebés tuvieron que dar un rodeo para que no se enredaran los cordones.

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