Verónica

Hace seis años que sigo a Verónica y comienzo a sospechar que me miente.
La descubrí en las últimas páginas de un periódico, se reconocía una cuarentona atractiva, casada pero felizmente infiel, francamente cachonda, con unos enormes pechos sonrosados y unas caricias a precio de ganga. Cerraba su cita con un teléfono que, sin proponerlo, me he aprendido de memoria.
Al principio pensé que Verónica no era una profesional, sólo quería sexo sin amor de andar por casa, pero seguí frecuentando su página a diario y ella nunca faltaba a la cita. Seis meses después mi teoría se desmoronaba, su anuncio seguía ahí, le picaba demasiado el higo. Al año y medio tuve que reconocer que era puta.
Pasaron los años, dos, tres y hasta seis, y Verónica sigue reconociéndose tan cuarentona y atractiva como siempre, tan felizmente infiel, con el cariño igual de barato. Por ella han pasado los hombres, pero no los años, y sigue citándose en la página con extraños que nunca le prestarán tanta atención como este extraño.
Si alguna vez fue sincera conmigo, ahora rondará los cincuenta, tendrá las tetas por el ombligo y las ingles roídas por el amor. Pero puede ser que me engañase desde un principio, y Verónica sea mucho más mayor, una puta infeliz que gime una jubilación, con los pechos amargos como la quinina y las caricias gastadas como una goma de borrar.

This entry was posted on sábado, abril 01, 2006. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. You can leave a response.