Hay noches
que no recuerdo
lo que he hecho en todo el día,
como si una lombriz
se hubiera comido la memoria,
o la misma vida.
Hay noches
que no me muevo en la cama,
que ni siquiera
arrugo las sábanas,
como si no existiera.
Hay noches
que no tengo nada que contar,
y salgo a la calle
a acuchillar a todos los gatos.
Algún día encontraré
al que se ha comido mi lengua.
El gato y la noche
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