Archive for 2008

Amor hermético

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Sellamos las rendijas con la ropa interior, bloqueamos las ventanas con armarios y atrancamos la puerta con un perchero. Bajamos las persianas hasta estrangular el último rayo de sol, tapamos el conducto del aire y arrancamos cualquier cable que nos conectara con el exterior. Finalmente destruimos los relojes, las sortijas, los recuerdos, hasta que sólo quedamos nosotros, por primera vez desnudos, dentro de aquel bunker construido para querernos.
Entonces me miraste a los ojos y descubrí que por aquellos túneles sin fondo, tarde o temprano, iba escaparse el amor. Definitivamente, no había forma de protegerlo.

Reciclable

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Tengo el corazón reciclable.
Lo puedes utilizar de abrelatas
cuando te canses de él,
o de piedra rompecristales.
Tengo una mano del tamaño
de tus pechos
que puede servir
de concha de los jabones.
Incluso las pestañas,
largas como alambres,
te pueden dar buen uso
para forzar la cerradura
si pierdes la llave del tocador.
Se me ocurren cien formas
de utilizarme,
pero sólo cuando te canses.

Me pregunto...

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Cómo sonará tu corazón
en una lata de conservas.
No te has preguntado
cómo ibas a decir te quiero
si tuvieras la boca cosida
con el alambre de una cerca.
Cómo expresarías
la palabra Soledad
con tus manos.
Cómo mirarías tiernamente
si tuvieras
los dos ojos de cristal.
A veces, uno no tiene respuestas.

Mi generación

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Con sueño y sin sueños,
cansados de nada y de nadar
a favor de la corriente,
la vida fácil más complicada
de toda la vida.
Un tiempo que pasa sin pesar,
un futuro que nunca
estuvo a la altura
de las circunstancias.
Así es mi generación,
tan cerca y tan lejos.

A mi mamá (y a todas las vuestras)

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A veces me siento hueco
porque no estás,
o al menos no te alcanzo con la mano,
y eso ya me parece distancia.
A veces me siento vacío,
como una sardina sin raspa,
incomunicado,
como una calle sin cabinas.
A veces me siento incompleto,
como un puzzle mutilado,
como una lámpara sin bombilla,
y de repente caigo en la cuenta
que eres tú
lo que me falta.
A veces me siento solo
y necesito recordarte a toda costa.
Entonces revuelvo la casa,
por si me hubieras dejado
un beso dentro de unos calcetines,
o una caricia en el cajón de la cómoda.
A veces te encuentro en rincones
que solo conoce mi nostalgia,
en el suavizante de la ropa,
o en el olor de unas manos con lejía.
Entonces sólo necesito aspirar fuerte
para notar que estás cerca,
y me duermo tranquilamente
como si aún estuviera en tu barriga.