Al encontrar la maleta, el hombre puso cara de haber vuelto a perder. Desde hacía años, cuando la tristeza le tiraba de la sisa, cogía todas las cosas que le dolían y las metía dentro de una maleta. La foto del hijo que se fue, las medicinas que no pudieron salvar a su mujer y aquella regleta que compraron para la casita en la que iban a pasar los últimos años de su vida. No pudo ser. Así que en la maleta llevaba todo lo que había perdido, y lo quería volver a perder. Por eso se iba a los aeropuertos y dejaba sus miserias girando en la cinta de equipajes, esperando que alguien se equivocara de maleta y desapareciese para siempre con su tristeza, soñando quizás que en la maleta del otro habría una vida mejor que la suya. Pero el despistado siempre reaccionaba a tiempo y le devolvía su pasado, como había vuelto a suceder. El hombre tenía tu cara y la mía. ¿Quién no ha soñado alguna ver con olvidarse de todo y empezar una nueva vida?
La maleta (hoy mismo)
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