Teléfonos de segunda mano

Al comprar el piso me dijeron que la forma más económica de instalar una línea telefónica era acordar un cambio de nombre con el anterior propietario. La inmobiliaria me ayudó en la gestión y a los pocos días ya recibía llamadas en mi número de segunda mano. Casi todas buscaban contactar con el antiguo inquilino, Marcos Maldonado, lampista de profesión y con un negocio viento en popa.
Como aún nos quedaban por resolver unos flecos del contrato, yo le tomaba los recados como un secretario, esperando poder transmitírselos en la próxima reunión. Sin embargo, una tarde encontré en el contestador el mensaje de la tía Mercedes, no la mía, sino la suya, avisando a Marcos de que el tío Luís estaba en las últimas. Solicité a la inmobiliaria el teléfono del señor Maldonado, adopté un tono afectado, y le avisé de que su tío Luís había sufrido un achaque.
El tío Luís no duró más que unos días, porque al poco me dejaron un mensaje en el contestador los parientes de Burgos. No sabían dónde estaba el tanatorio de Barcelona y querían llegar a tiempo para darle sepultura. De nuevo llamé a
Maldonado, pero debía estar en el velatorio, así que me vi en la obligación de llamar al teléfono que habían dejado los primos de Burgos. Como no conocían la ciudad, yo mismo les acompañé al cementerio, allí encontré a Maldonado, al malogrado tío Luís y a toda la familia de Burgos y Segovia, a los que me presentaron como un amigo. Desde entonces se ha estrechado nuestra relación, nos llamamos el día uno para desearnos un feliz año nuevo y también por los cumpleaños.

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